Junio es un mes delicado para cualquier chico o chica que esté pasando por la etapa del instituto, y es que la emoción por llegar a las vacaciones se mezcla con la posibilidad de que estas no sean tan buenas, dado el terror que muchos jóvenes les tienen a las notas. Si el año no ha ido como esperaban y les ha quedado alguna asignatura, la reprimenda típica de los padres será solo el inicio de un par de meses de estudio y en muchos casos incluso agobio, por tratar de aprobar a la vuelta de vacaciones todo lo que ha quedado pendiente del año anterior.
Estudiar en verano es algo que, tarde o temprano, cualquier estudiante tiene que hacer, si no en el instituto en la universidad, porque a no ser que sean brillantísimos y casi superdotados, a todos alguna vez les quedará alguna asignatura para recuperarla en septiembre. Sin embargo, si eso ocurre en la época del instituto puede ser mucho peor para ellos porque todavía no son adultos y lo único que quieren durante el verano es descansar, y no andar repasando en casa cuando podían estar disfrutando de la playa o la piscina. ¿Cómo sobrellevar esta situación?
Las recuperaciones de septiembre, un problema que puede ser magnificado
Estudiar es importante y de hecho, debería serla única obligación real de los chicos en su etapa escolar. Cada uno de ellos es diferente y las situaciones también lo son, así que tener alguna asignatura pendiente para septiembre no significa que no se hayan esforzado nada durante el curso,
simplemente que tienen que recuperar con trabajo extra esa asignatura que tal vez se les da peor o la que no podían darle todo el tiempo que merecía.
¿Significa eso quedarse sin verano? Tampoco tiene que ser así. Dependiendo del nivel de estudios y del número de asignaturas pendientes,
podemos ayudar a nuestros hijos a crear un cuadrante de preparación para que trabaje determinadas horas al día, haciendo ejercicios y estudiando, y el resto las pueda pasar a su aire.
No hace falta que esté todo el tiempo encerrado en la habitación, porque eso también puede llegar a ser contraproducente.
Dedicar las mañanas al estudio y las tardes al relax puede ser una buena solución, sobre todo si vemos al estudiante comprometido con la causa y con ganas de sacárselo todo en septiembre.
¿Cómo afrontar el estudio en verano?
Como decíamos arriba, cada chaval es un mundo, y la situación de cada uno también es diferente. No es lo mismo tener que estudiar una asignatura en 1º de la ESO de cara a una recuperación en septiembre que estar estudiando Bachiller y tener cuatro asignaturas o más para recuperar, con el consecuente agobio que eso provoca. Los padres se muestran preocupados por esta situación y tratan de ayudar a los hijos como pueden, pero a veces no toman el mejor camino posible. Aquí algunos consejos para ayudar a crear un buen ambiente veraniego para el estudio.
Ser rígido pero no dictatorial
Debemos ayudar en lo que podamos a nuestros hijos a la hora de atravesar por esta situación, colaborando con ellos a la hora de crear un planning de estudios, por ejemplo. Debemos ser rígidos y obligarles a cumplirlos, pero tampoco convertirnos en dictadores si por ejemplo, un día debe tomárselo libre. Si vemos que el chico o la chica de verdad se esfuerza y está haciendo todo lo posible, trataremos de apoyarle y ayudarle en todo lo que podamos, siempre sin llegar a agobiarles, porque eso no va a servir de mucho.
Tiempo para todo
No debemos entender que el estudiar para las recuperaciones de septiembre se vea como un castigo por un mal curso. Habrá situaciones extremas en las que sea así, pero seguramente, si han quedado muchas a lo largo del curso, tampoco vaya a esforzar demasiado por sacarles en septiembre. El caso es que estudiar para recuperaciones no significa estar castigado sin salir en todo el tiempo que dura el verano. Un joven puede hacer una vida normal durante este periodo, siempre que dedique el tiempo necesario al estudio. Luego puede irse con los amigos, a la piscina o simplemente a dar una vuelta, algo que también le servirá para despejarse.
Clases de apoyo, una solución muy aconsejable
Hay
muchas formas de suspender una asignatura, pero en la mayoría de casos, el estudiante catea por no entender la materia o
no ser capaz de plasmar su conocimiento en los exámenes. ¿Podemos solucionar esto? Bueno, lo primero es relativamente sencillo, a través de
clases particulares por las que nuestros hijos entiendan de una vez las materias y consigan esa confianza necesaria para afrontar los test después del verano. Suelen ser caras, sí, pero en la mayoría de casos son efectivas, como veremos a continuación.
Buscando clases particulares adecuadas para nuestros hijos
Si finalmente tomamos la decisión de meter a nuestros hijos en clases particulares de apoyo durante el verano, debemos ser conscientes de que eso no asegura que vayan a aprobar en septiembre. Estas clases deberían aportar a nuestros hijos un mayor entendimiento de la materia, explicaciones extras de profesores que pueden dedicarle mucho más tiempo a cada alumno por estar en grupos reducidos o incluso individuales, y sobre todo, la confianza necesaria para afrontar el examen, algo que en muchas ocasiones es complicado de conseguir y suele ser la raíz de muchos suspensos. Aquí algunas claves para encontrar buenas clases particulares.
Profesores titulados
Hay muchísimas
academias que imparten clases de apoyo durante el verano con
profesores titulados, acostumbrados a dar clase a jóvenes y preparados por completo para completar toda su formación.
También hay profesores particulares especializados en materias determinadas y titulados en ellas. Pueden ser buenas opciones si queremos algo más específico. Deberíamos
dudar de aquellos jóvenes universitarios que tratan de dar todas las asignaturas como si tuviera el mismo dominio sobre cada una de ellas y que todavía no están titulados o ni siquiera tienen experiencia en dar clases.
¿Academia o profesor particular?
Es una de las primeras decisiones que hemos de tomar a la hora de elegir qué tipo de clases de apoyo recibirá nuestro hijo. Y es que
ambas opciones pueden ser perfectamente válidas, aunque tal vez nuestro hijo o hija se adapte mejor a una de ellas. En las
academias, el ambiente es más parecido al de una clase, y
a pesar de que los grupos son más reducidos, la atención del profesor no es tan individual. Como ventaja, el precio suele ser menor en general. Las
clases particulares, ya sean en exclusiva para un alumno o en grupos de solo dos o tres como máximo,
son mucho más personalizadas y suelen dar mejor resultado, pero también suelen ser más caras.
Adaptarse a las necesidades de los alumnos
Hay
centros de refuerzo o incluso docentes particulares que simplemente tienen un programa preparado para ayudar a la recuperación de asignaturas, y siguen ese mismo programa de manera similar con todos los alumnos. Pero cada uno de ellos tiene una forma diferente de “enfrentarse” a la asignatura, partes que se le darán mejor y otras en las que necesitará poner más atención. Es por eso que debemos buscar
profesores particulares o academias que
puedan adaptarse a la situación de nuestro hijo o hija y que se centre en lo que necesita reforzar, no en la que ya conoce o domina. Esto no suele ser fácil y mucho menos en las academias, donde al estar en grupos, las necesidades especiales de cada alumno casi desaparecen.
El trabajo en casa también es importante
No podemos caer en el error de pensar que al mandar a nuestros hijos a clases de refuerzo, ya sea en academias o con profesores particulares, ya lo tenemos todo solucionado. Allí trabajaran, por supuesto, pero también es usual que en esas clases les manden deberes o al menos, cosas que hacer en casa. Si la asignatura es muy teórica, como pueden ser Filosofía, Historia o Literatura, por ejemplo, tendrán que pasar también horas estudiando en casa, y ahí seremos nosotros los que debamos prestar atención para que esas horas de estudio lleguen a buen puerto, sin llegar a atosigar a nuestros hijos, pero estando pendientes de ellos.
El trabajo del padre y la madre con los estudios de un hijo sigue hasta que estos duran. La educación en casa también es importante, desde el momento en el que podemos ayudar a nuestros hijos a hacer los deberes o a estudiar (si nosotros dominamos la materia) hasta el simple hecho de no molestarle cuando esté estudiando y tratar de encajar lo mejor posible todas esas horas de estudio con lo que queremos de él. Le preguntaremos de vez en cuando por cómo le va en las clases, estaremos también en contacto con la academia o con el profesor particular para estar al tanto del progreso y sobre todo, animaremos y daremos apoyo a nuestro hijo antes de los exámenes, para que vaya lo más seguro posible a ellos.